La histología estudia la morfología de los tejidos y de las células que los componen, tanto desde un punto de vista morfológico como funcional. Una herramienta esencial en histología es el microscopio óptico, que permite la observación directa de los tejidos a estudiar. Para que esta observación sea posible, sin embargo, los tejidos deben ser procesados y tratados de diversas formas: deben cortarse en secciones muy finas para que puedan ser observadas a contraluz, deben ser teñidas de diferentes maneras para facilitar su identificación y diferenciación, y deben tratarse para prevenir su descomposición y permitir su conservación para análisis posteriores.
Un tejido tratado de esta manera recibe el nombre de preparado histológico.
La histología se aplica en medicina, donde desempeña un papel fundamental en anatomía patológica y en la descripción de los procesos patológicos, siendo esencial también en los análisis pre y postoperatorios tanto en medicina como en cirugía.
Para poder ser examinados al microscopio, los tejidos deben atravesar distintas fases operativas:
1. FIJACIÓN – El objetivo de la fijación es preservar la estructura celular ante las alteraciones que ocurren tras la muerte celular. Por esta razón, las muestras biópsicas se conservan inmediatamente en un líquido fijador, siendo la formalina el más común, ya que interrumpe rápidamente los procesos de descomposición celular.
2. MUESTREO – Una vez que la muestra biópsica llega al laboratorio, el patólogo selecciona las áreas más significativas que, según su aspecto macroscópico, considera que deben ser examinadas al microscopio.
3. PROCESAMIENTO – Las muestras se deshidratan mediante solventes orgánicos (como el alcohol etílico) y se tratan con otros solventes (por ejemplo, xileno), lo que permite la posterior infiltración de una cera (parafina), que solidifica el tejido y permite el corte en secciones finas. Esta operación se realiza mediante un aparato automático llamado procesador.
4. INCLUSIÓN – Las muestras así tratadas se incluyen en contenedores plásticos (llamados biocasetes) que llevan el número de identificación de la muestra. De este modo se forman “bloques” de parafina que contienen el tejido a examinar.
5. CORTE – Los bloques se cortan con un micrótomo en secciones de 2 a 4 micrómetros de espesor, que se adhieren a un portaobjetos de vidrio transparente que lleva el número identificativo correspondiente.
6. COLORACIÓN – Las secciones se tiñen con colorantes que permiten diferenciar el núcleo del citoplasma. Si se requiere un mayor nivel de diagnóstico, se pueden obtener secciones adicionales a partir de los bloques de parafina para realizar otras técnicas de análisis como coloraciones histoquímicas o inmunohistoquímicas.
En este punto, la muestra biópsica está lista para ser analizada al microscopio y, por tanto, para el diagnóstico anatomopatológico.
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